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Papá en construcción

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La madrugada en que nació mi hijo no sentí lo que las películas dicen que uno siente. Ni lágrimas, ni epifanía, ni música de violines. Sentí sorpresa. Como cuando vas al súper, compras detergente, llegas a tu casa y descubres que alguien metió un melón en tu carrito. Pues así: “¿y este bebé de dónde salió?”. Había médicos, luces blancas, enfermeras con cara de que llevan veinte años en guardia perpetua… y yo, que no terminaba de entender cómo me había tocado a mí el papel de papá. Incluso cuando me dijeron: “corte el cordón, señor”, yo pensaba: “¿seguro que soy el indicado? ¿No habrá otro papá disponible, uno con más experiencia, con tijeras propias?”.  Tarde semanas en entender lo que estaba pasando. Yo caminaba con el niño en brazos, como quien carga un florero prestado, rogando no romperlo. Luego vino la segunda temporada de la serie: la crianza. Ahí descubríque los hombres llevamos años viviendo en un engaño colectivo. Nos vendieron la idea de que “ayudamos”. Que si cambiamos u...